'Aún estoy aquí' es la favorita al premio Oscar 2025 tras el desastre de 'Emilia Pérez', pero debería haber aprendido algo de 'Roma' para ser una película "necesaria" de verdad - universe4men

‘Aún estoy aquí’ es la favorita al premio Oscar 2025 tras el desastre de ‘Emilia Pérez’, pero debería haber aprendido algo de ‘Roma’ para ser una película «necesaria» de verdad

La película más aclamada y aplaudida de los Oscar 2025, favorita desde la caída en desgracia de Emilia Pérez, es una de esas películas necesarias demasiado creadas para ser llamadas precisamente así. Debería haber tomado nota de la obra maestra de Alfonso Cuarón.

El 21 de febrero llegó a los cines españoles Aún estoy aquí, la nueva película de Walter Salles, que se ha convertido en una de las más aclamadas del año. Con un 97% de aprobación en Rotten Tomatoes, tanto por parte de la crítica como del público, se perfila como una de las favoritas para los Oscar 2025. Su éxito creció aún más después de que Fernanda Torres, protagonista de la cinta, ganara el Globo de Oro a Mejor Actriz en Drama, superando a grandes nombres como Nicole Kidman, Angelina Jolie y Tilda Swinton.

Pero Aún estoy aquí no solo se ha destacado en los premios. También se ha establecido como la principal competidora de Emilia Pérez en la carrera por el Oscar a Mejor Película Internacional. Hace solo unas semanas, las opciones de la película brasileña parecían mínimas, pero con la caída de Emilia Pérez en la opinión pública, Aún estoy aquí ha ganado terreno en las categorías de Mejor Actriz y Mejor Película Internacional. No obstante, dejemos de lado los premios, aunque resulten difíciles de ignorar en plena antesala de los Oscar.

Esta película tiene algo especial, un toque que la convierte en una obra fácil de aplaudir y respaldar. Es una de esas cintas que, cuando te gusta, te hace sentirte mejor persona. Sin embargo, este sentimiento tiene sus matices. Aún estoy aquí fue galardonada con el premio al Mejor Guion en el Festival de Venecia y está basada en el libro de Marcelo Rubens Paiva, que relata la desaparición de su padre, un exdiputado de izquierda, durante la dictadura militar brasileña de los años setenta. La película se enfoca principalmente en la madre (interpretada por Fernanda Torres), y no tanto en el niño que más tarde escribiría el libro ni en sus otras hermanas.

La película, impecablemente interpretada y dirigida, nos muestra cómo una vida que parece idílica puede desmoronarse en un instante. Nos invita a reflexionar sobre el miedo y la opresión que se experimentan cuando el poder y la autoridad violan las leyes y los derechos de las personas. Además, toca el tema de las décadas de incertidumbre que siguieron a la dictadura, subrayando la importancia de recordar el pasado para poder avanzar hacia el futuro. Aún estoy aquí es, sin duda, una película «necesaria», una que bien merece ser vista por muchas personas, ya que tiene el poder de refrescar algunas conciencias.

Sin embargo, es importante señalar ciertos aspectos. Para comprender la película y la visión de su director, es necesario conocer su origen. Es común que los artistas provengan de contextos privilegiados, ya que las oportunidades para seguir una carrera artística suelen ser más accesibles en entornos acomodados. Walter Salles, como su película, es brasileño, pero proviene de una familia de élite. Hijo de un embajador y banquero, copropietario del Unibanco, Salles estudió Economía en la Universidad Católica de Río de Janeiro antes de seguir su pasión por el cine en la Universidad de California.

Los protagonistas reales de Aún estoy aquí también son brasileños de clase alta, específicamente de ascendencia alemana, que viven en una mansión en la costa de Río de Janeiro. La protagonista es una ama de casa que delega todas las tareas a la empleada doméstica, mientras ella misma, a pesar de los conflictos con la dictadura, mantiene a sus cinco hijos y se matricula en la universidad a los cuarenta años. El contexto en el que viven los personajes es de una izquierda intelectual, no la de los trabajadores. Son personas con bibliotecas en casa y, aunque su opción de lucha es permanecer en el país o exiliarse en lujosos apartamentos en Londres, en ningún momento enfrentan las dificultades que viven las clases populares.

No se trata de criticar que una persona de izquierda sea rica, acomodada o parte de la burguesía, pero en una película que pretende ser «necesaria» desde un punto de vista progresista, resulta incómodo ver cómo se ensalza solo el papel de la protagonista mientras se minimiza el rol de la empleada doméstica. Esta mujer, que cuida de la casa y de los hijos sin cobrar, sin recibir el dinero prometido, es la primera en ser despedida cuando surgen problemas económicos. Aunque probablemente no entienda de política, parece ser la verdadera heroína de la historia.

Este contraste nos recuerda a Roma de Alfonso Cuarón, donde el director mexicano da protagonismo a la sirvienta de su infancia, un personaje de etnia indígena que rara vez es el centro de la historia. Aunque las dos películas son muy diferentes, ambos enfoques nos invitan a reflexionar sobre qué significa realmente hacer cine «necesario». En este contexto, vale la pena preguntarnos si realmente se está contando una historia que el cine y sus audiencias necesitan, o si se está creando una narrativa fácil de consumir y aplaudir en redes sociales.

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