El mundo ha dado un paso crucial para enfrentar futuras pandemias. Recientemente, los países miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) aprobaron por unanimidad un tratado histórico que promete cambiar la forma en que la comunidad internacional responde a las emergencias sanitarias globales.
Este acuerdo, sellado en Ginebra tras tres años de intensas negociaciones, busca corregir los errores del pasado y garantizar un acceso más equitativo a vacunas, tratamientos y diagnósticos, especialmente para los países con menos recursos. La pandemia de COVID-19 dejó una huella imborrable, y este tratado es un intento de aprender de esa experiencia.
La 78 Asamblea Mundial de la Salud, el principal organismo de toma de decisiones de la OMS, fue el escenario de esta decisión trascendental. El objetivo principal es claro: evitar que las desigualdades y la falta de coordinación que marcaron la respuesta global al coronavirus se repitan en el futuro.
Este Tratado de Pandemias establece un marco legal vinculante que obliga a los países a colaborar de manera más efectiva ante futuras crisis sanitarias. A pesar de que su entrada en vigor requiere la ratificación de al menos 60 estados, su aprobación ya envía un mensaje contundente: el mundo está comprometido a no repetir los mismos errores.
Uno de los pilares fundamentales del tratado es el fortalecimiento de la equidad en el acceso a productos sanitarios esenciales, como vacunas, diagnósticos y tratamientos. Se busca una mejor coordinación internacional, el fortalecimiento de los sistemas de salud y una atención especial a los países con menos recursos. El objetivo es evitar que estos países se queden atrás en el reparto de soluciones médicas, como sucedió durante la pandemia de COVID-19.
La creación del sistema multilateral de Acceso a Patógenos y Reparto de Beneficios (PABS) es una de las innovaciones más importantes. Este mecanismo garantiza que los países que detecten un virus potencialmente pandémico compartan sus muestras y datos genéticos con la comunidad científica mundial. A cambio, recibirán al menos un 20% de los productos desarrollados, como vacunas o medicamentos, a través de donaciones directas y precios asequibles. Esta cláusula, que aín se está negociando, busca corregir el desequilibrio que dejó a millones de personas sin acceso a recursos esenciales durante la crisis del coronavirus.
El tratado también establece la Red Global de Logu00edstica y Suministros (GSCL), diseñada para evitar los cuellos de botella que dificultaron la distribución de equipos esenciales durante la pandemia. Esta red pretende alinear a gobiernos, empresas, organismos internacionales y actores logísticos en un sistema preestablecido que permita movilizar recursos de manera rápida y justa en caso de emergencia.
Además, el acuerdo se centra en la financiación, proponiendo la creación de un Mecanismo Coordinador Financiero para canalizar recursos destinados a la prevención, preparación y respuesta ante pandemias. Por primera vez, se insta a que el dinero público invertido en investigación sanitaria se traduzca en productos accesibles, con precios justos, transferencia de tecnología y licencias abiertas como condiciones recomendadas.
Sin embargo, el Tratado de Pandemias no está exento de críticas. Una de las principales debilidades es la ausencia de mecanismos obligatorios para garantizar el cumplimiento de sus disposiciones. En última instancia, todo depende de la voluntad política de cada Estado, ya que no hay sanciones para quienes no respeten los compromisos adquiridos ni una autoridad internacional con capacidad de imponer medidas.
Este punto ha sido objeto de desinformación, especialmente en redes sociales y algunos círculos políticos. Se ha afirmado, sin fundamento, que el tratado permitirá a la OMS imponer confinamientos, vacunaciones forzosas o intervenir en la soberanía sanitaria de los países. Nada más lejos de la realidad. El acuerdo deja claro que cada Estado conserva el control sobre sus leyes y políticas nacionales. La OMS no gana poder coercitivo; simplemente coordina.
A pesar de sus limitaciones, el tratado representa un avance significativo hacia una arquitectura sanitaria global más sólida. Sus promotores lo consideran un punto de partida para seguir construyendo. Refleja las lecciones aprendidas de la pandemia de COVID-19: la urgencia de compartir datos, la importancia de la transparencia, la necesidad de garantizar el acceso equitativo a las herramientas médicas y la conveniencia de considerar la salud como un bien píblico global.
Este tratado es un recordatorio de que la ciencia, por sí sola, no es suficiente. Se necesita voluntad política, cooperación multilateral y una ciudadanía bien informada. Porque las pandemias no conocen fronteras, pero la respuesta a ellas sí puede, y debe, ser global, coordinada y justa. La esperanza es que este tratado no quede en el papel, sino que se traduzca en polu00edticas reales, estructuras operativas y mecanismos de solidaridad efectiva.
El próximo paso es la ratificación. El tratado entrará en vigor 30 días después de que 60 países hayan completado su proceso de ratificación, aceptación o adhesión y lo comuniquen formalmente a la OMS. Será entonces cuando esta hoja de ruta, aún incipiente, comience a transformarse en realidad.
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