A menudo, la clave para una vida más larga y saludable reside en decisiones que parecen pequeñas, pero que tienen un impacto inmenso en nuestro bienestar. Construir un entorno favorable y adoptar hábitos que respalden este objetivo es fundamental.
Más allá de los pilares clásicos como el ejercicio regular, una dieta equilibrada y un descanso reparador, existen estrategias sencillas que pueden marcar una diferencia notable. El Dr. Alexandre Olmos, médico internista y experto en epigenética, nos comparte dos hábitos sorprendentes.
El primero, y quizás el más desafiante al principio, es la exposición al frío. No se trata de sumergirse en una bañera de hielo, sino de comenzar con duchas frías de uno o dos minutos. Este simple acto puede generar un «subidón» de energía, mejorar la circulación y activar el sistema inmunológico.
El segundo hábito es aún más accesible: adelantar la hora de la cena. Cenar al menos tres horas antes de acostarse permite que el cuerpo entre en modo de recuperación en lugar de digestión. Esto se traduce en un sueño más profundo, quema de grasa durante la noche y una sincronización del reloj biológico.
Según el Dr. Olmos, la combinación de estos dos hábitos puede generar un cambio significativo en los niveles de energía. «Literalmente parece magia. Pasé de estar cansado todo el día a sentirme vivo de verdad. Y no, no necesitas tomar nada extraño», afirma.
Es cierto que estos hábitos pueden requerir un pequeño esfuerzo inicial, pero a menudo las recompensas más valiosas se encuentran al otro lado de la incomodidad. Salir de la zona de confort y adoptar decisiones saludables, como cocinar en lugar de pedir comida rápida, puede marcar la diferencia en nuestra calidad de vida.
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