¿Te imaginas cambiar el bullicio de la ciudad por el sonido del viento entre los árboles? Rubén Iborra, un chef con alma viajera, lo hizo. Tras cerrar su restaurante Chirashi en Tetuán, decidió darle un giro de 180 grados a su vida. Ahora, junto a su familia, regenta Ruge, un encantador restaurante en plena sierra de Guadarrama, en la frontera entre Madrid y Castilla y León.
Lo que antes era un refugio de montaña, hoy es el destino perfecto para una escapada con amigos o en familia. Imagina: un paseo matutino por la sierra, seguido de una deliciosa comida en un entorno natural incomparable. Ruge te ofrece esa experiencia y mucho más.
Con la llegada del buen tiempo, la terraza de Ruge se convierte en su joya más preciada. Ideal para quienes buscan desconectar de Madrid durante los fines de semana de primavera y verano. Y en invierno, las mesas junto a la cristalera son las más solicitadas. ¡No olvides reservar! Actualmente, abren de jueves a domingo, desde las 12:00 hasta la 01:00h.
Arroces y brasas son los pilares de la cocina de Iborra, aunque también ofrece tapeo castizo y toques nikkei. La carta de Ruge (puedes reservar en el 689 41 56 22) es tan variada que todos encontrarán algo que les guste. Incluso los más pequeños tienen opciones pensadas especialmente para ellos: desde bocadillos (pepito de solomillo, oreja o calamares) hasta mariscos y pescados a la brasa.
Para los amantes de la carne, Ruge ofrece cortes de primera calidad, como chuletón de buey o presa ibérica con sello Joselito, que pasan por la parrilla con maestría. Pero si hay una especialidad que destaca, son los arroces.
Iborra, siempre innovando, explica: «Tecnificamos el agua del arroz debido a la falta de minerales del agua de Madrid. Usamos sal rosa del Himalaya que tiene un alto porcentaje de mineralización, sin altos niveles de salinización».
La tranquilidad del entorno es un valor añadido. Iborra ha encontrado el lugar perfecto para echar raíces, y tú también lo harás si te dejas llevar por la magia de Ruge. Para llegar, sal de Guadarrama en dirección al embalse de La Jarosa. Cerca del agua, donde termina el asfalto y empieza la pista, encontrarás el aparcamiento de Ruge: un auténtico tesoro escondido entre merenderos y arroyos.
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