El recuerdo del Concorde, aquel avión que redujo los viajes transatlánticos a unas pocas horas, aún persiste. Sin embargo, el estruendo sónico y los costes operativos lo relegaron al olvido. Ahora, la NASA busca rescatar la promesa de los vuelos supersónicos, pero esta vez, con una diferencia crucial: el silencio.
El X-59, un avión experimental de última generación, es el buque insignia de este esfuerzo. Su objetivo no es solo superar la barrera del sonido, sino hacerlo de manera que el impacto en tierra sea imperceptible. Recientemente, ha superado pruebas fundamentales que lo acercan cada vez más a su vuelo inaugural. Exploraremos los avances técnicos, los ensayos y el propósito final de esta ambiciosa iniciativa: reanudar los vuelos supersónicos comerciales sobre tierra firme.
La misión Quesst, liderada por la NASA, se centra en demostrar la viabilidad de volar a velocidades supersónicas sin generar molestias en tierra. El X-59 es fundamental para este propósito. La meta es sustituir el característico estampido sónico por un suave golpe, similar al cierre de una puerta de coche. Si se logra, se podrían modificar las regulaciones que, durante más de medio siglo, han restringido los vuelos supersónicos sobre áreas pobladas.
El diseño del X-59 se ha afinado meticulosamente para evitar la convergencia de ondas de choque, causantes del estruendo. Su fuselaje alargado, un morro de 11,5 metros y la disposición del motor en la parte superior son clave para alcanzar este objetivo. Se espera que pueda volar a Mach 1,42 (unos 1.510 km/h) a 16.800 metros de altitud, con un nivel de ruido similar al de una lavadora en funcionamiento. Imagina cruzar el Atlántico en la mitad de tiempo, ¡y sin molestar a nadie en tierra!
Aunque aún no ha surcado los cielos, el X-59 se ha sometido a rigurosas pruebas en tierra. En la fase conocida como «aluminum bird», los ingenieros simularon vuelos completos sin que el avión se elevara. «La idea es que los subsistemas y el ordenador de vuelo operen como si estuvieran volando de verdad», explica Yohan Lin, ingeniero jefe de aviónica del proyecto. Durante estas pruebas, los pilotos realizaron maniobras básicas e incluso simularon fallos para evaluar la capacidad de respuesta del X-59. Los resultados fueron prometedores: el avión reaccionó con precisión, aumentando la confianza para las siguientes fases.
Otro logro significativo fue la validación del motor General Electric F414-GE-100, una versión adaptada del utilizado en cazas F/A-18. Las pruebas abarcaron desde el ralentí hasta la máxima potencia, incluyendo cambios bruscos de empuje. Raymond Castner, responsable de propulsión, aseguró que «no hubo ningún problema importante», confirmando que el motor puede generar el empuje necesario para mantener el vuelo supersónico a gran altitud. Este motor, estratégicamente ubicado en la parte superior del fuselaje, contribuye a reducir las ondas de choque. Cada detalle del X-59 está pensado para minimizar el ruido, incluso a costa de la visión frontal directa del piloto, que utilizará un sistema de cámaras en su lugar.
En un avión repleto de sistemas electrónicos, la compatibilidad electromagnética es fundamental. Se realizaron pruebas en colaboración con un avión F-15D, activando radares y transmisores a diferentes distancias del X-59. El objetivo era «confirmar la compatibilidad entre ambos aviones, incluso en proximidad cercana», según Lin. También se verificó que los sistemas internos del X-59 no generaran interferencias entre sí. Los resultados fueron positivos: ningún sistema mostró anomalías bajo radiación electromagnética, allanando el camino para las pruebas en pista y el primer vuelo real.
Un avance notable fue la incorporación del sistema «engine speed hold», el equivalente aeronáutico del control de crucero. «El piloto activa el control de velocidad a su ritmo actual y luego puede ajustarlo incrementalmente», explica Paul Dees, líder adjunto de propulsión. Esta función automatizada reduce la carga de trabajo del piloto, permitiéndole concentrarse en la estabilidad y el manejo general del avión. Se trata de un paso importante para garantizar la seguridad del primer vuelo.
El camino hacia el despegue aún requiere superar varias etapas. Tras las pruebas estructurales, de motor, software y compatibilidad electromagnética, el X-59 debe someterse a ensayos de rodaje en pista y obtener el certificado de aeronavegabilidad. Cathy Bahm, directora del proyecto, destaca que se recibirán recomendaciones y se trabajará en ellas hasta obtener la certificación de seguridad. Además, se planean pruebas sobre ciudades estadounidenses para evaluar la percepción del «thump» en tierra, un factor clave para obtener la aprobación de las autoridades y la opinión pública. El futuro de los vuelos supersónicos silenciosos está cada vez más cerca.
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