Placentofagia: ¿Moda saludable o riesgo innecesario para hombres y mujeres? - universe4men

Placentofagia: ¿Moda saludable o riesgo innecesario para hombres y mujeres?

La reciente viralización de un influencer comiendo la placenta de su hija ha reavivado el debate sobre la placentofagia: riesgos y realidades. Este acto, aunque impactante, no es un fenómeno aislado. La práctica de consumir la placenta, conocida como placentofagia, ha ganado tracción en los últimos años, especialmente impulsada por celebridades que la promueven como un superalimento posparto.

Recordemos aquella escena de «Juego de Tronos» donde Daenerys Targaryen ingiere un corazón crudo. Aunque ficticia, la reacción de la actriz Emilia Clarke ante la mermelada solidificada utilizada («Sabía a lejía y pasta cruda») refleja el asombro que puede generar la idea de consumir órganos poco convencionales. Sin embargo, la realidad supera a la ficción cuando figuras públicas adoptan prácticas similares en la vida real.

Pero, ¿es realmente una práctica ancestral con beneficios probados, o una moda pasajera con potenciales peligros? Contrario a la creencia popular, la investigación etnográfica no respalda la idea de que la placentofagia sea una costumbre arraigada en diversas culturas. De hecho, un estudio exhaustivo de 179 culturas contemporáneas no encontró evidencia de su práctica común después del parto.

En el reino animal, la historia es diferente. Muchos mamíferos, incluyendo primates, roedores y carnívoros, consumen la placenta después del parto. Se cree que esta práctica les ayuda a mitigar el dolor y activar sus instintos maternales. Sin embargo, extrapolar estos comportamientos al ser humano es problemático, dada la complejidad de nuestra fisiología y las diferencias en nuestros entornos.

Según la prestigiosa Mayo Clinic, no existe evidencia científica sólida que respalde los supuestos beneficios de la placentofagia, tales como el aumento de energía, la mejora en la producción de leche materna o la prevención de trastornos del estado de ánimo. A pesar de esto, muchas personas recurren a cápsulas de placenta con la esperanza de obtener estas ventajas.

La Cleveland Clinic, por su parte, advierte sobre los riesgos potenciales. La placenta puede albergar bacterias o toxinas acumuladas durante el embarazo, lo que podría desencadenar infecciones tanto en la madre como en el bebé durante la lactancia. La doctora Oluwatosin Goje, experta en enfermedades infecciosas, enfatiza que consumir la placenta, ya sea cruda, cocida o encapsulada, podría reintroducir agentes dañinos en el organismo.

Más allá del consumo, la placenta ha encontrado otros usos. En la mayoría de los hospitales, se considera un residuo biológico y se desecha. Sin embargo, algunos padres solicitan conservarla por razones personales, aunque esta práctica no siempre está permitida o regulada. Artistas y cineastas también han explorado la placenta desde una perspectiva simbólica, como el chef Eddie Lin en su documental «American Afterbirth», que analiza su uso en contextos artísticos, gastronómicos y sociales.

Un ejemplo reciente es el de la influencer Violeta Mangriñán, quien plantó un árbol utilizando la placenta de su hija, Gala, como un gesto simbólico de conexión con la naturaleza. Estas iniciativas ponen de manifiesto la diversidad de perspectivas que rodean a este órgano.

En definitiva, la placentofagia plantea interrogantes sobre los límites entre lo natural, lo simbólico y lo seguro. Si bien la influencia de figuras públicas puede alimentar la curiosidad, es crucial recordar que la ciencia aún no respalda sus supuestos beneficios y, en cambio, advierte sobre posibles riesgos. En un mundo donde lo íntimo se convierte en contenido viral, es fundamental discernir entre lo que vemos en internet y lo que realmente beneficia nuestra salud.

Así que, antes de considerar la placentofagia como una opción, infórmate, consulta con profesionales de la salud y evalúa los riesgos y beneficios con una mente crítica. Recuerda que no todo lo que sale de nuestro cuerpo es necesariamente un manjar.

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